Hubo un tiempo en que el primer
renglón económico de Cuba se definía con un lema que fue todo un símbolo de su
progreso: Sin azúcar no hay país.
Eso fue hace ya 60 años, cuando el
castrismo tomó el poder, y comenzó a cambiar el sistema económico y socio
político de la isla. Desde entonces la economía cubana comenzó a caer en picada y el complejo agroindustrial
azucarero cayó abatido por el régimen, que cubrió su ineficiencia con el manto
de la industrialización y la modernidad.
Hoy los cubanos ni tienen azúcar,
ni el país se ha industrializado, ni la modernidad forma parte integral de la
sociedad.
Hoy por hoy, Cuba es casi
un
país prescindible en el escenario regional. Los cubanos son cada día
más, en un ser y esencia política y socio cultural, una suerte de
especie en peligro de
extinción.
Ese ejército de batas blancas le limpia el rostro a la dictadura, que saca provecho político de su “colaboración solidaria”. Le lava la cara pero no la salva.
Los profesionales cubanos de la salud apenas reciben el 25% de lo que cobra el régimen que exporta sus servicios. Es un sistema de explotación moderna, similar al régimen de encomiendas que la colonia española impuso en la isla.
Un excelente artículo sobre el tema lo publicó el portal Infobae con la firma de Héctor Schamis.
Así lo contó al diario digital 14yMedio el pasado domingo una enfermera cubana que estuvo contratada en Mauritania.
En el 2018, esa contratacion de servicios médicos en el exterior generó ingresos por 6.400 millones de dólares.
Los hoteles y la gastronomía produjeron 970 millones, las telecomunicaciones 722 millones (recargas incluidas) y los servicios de transporte, que incluyen aerolíneas y tarifas de atraque, 600 millones.
Las cifras las publicó la Oficina Nacional de Estadísticas en días pasados por primera vez, en lo que algunos analistas han considerado una concesión a los acreedores de Cuba, frustrados porque el régimen mantiene en secreto su situación financiera real.
Cuba atraviesa por estos días otro ángulo de la misma crisis económica que hace un cuarto de siglo provocó su dependencia de la extinta Unión Soviética. Dependencia que suplió con Venezuela, cuando la suerte le sonrió con el arribo del chavismo y el llamado socialismo del siglo XXI al país petrolero sudamericano.
Esta renovada crisis la bautizaron con un nuevo nombre, "situación coyuntual", pero tiene las mismas causas que las anteriores. Es un viejo cuento que aburre hasta al vicepresidente del Consejo de Estado, Salvador Valdés Mesa, quien se quedó dormido escuchando a su jefe contar "la historia de la buena pipa" por la TV nacional.
Al régimen comunista cubano no le
han alcanzado seis décadas en el poder para superar su dependencia. Cuba no produce lo que necesita. Se nutre desde el exterior. Pasa la gorra por
cuanta ONG o institución internacional esté dispuesta a echar en ella algunos
dólares solidarios. Depende de los vaivenes de la política exterior de sus regímenes
amigos. Y así les va.
Su excusa perfecta es “el bloqueo”
estadounidense. En ese saco acumula la dictadura comunista toda su ineficiencia
y su fracaso como sistema: "Como anillo al dedo", parece decir el Canciller cubano, Bruno Rodríguez, quien ya está en New York para alegarse ante la ONU el daño económicode las sanciones económicas de EE.UU a Cuba.
Ahora que el petróleo bolivariano no llega para cubrir las necesidad del país, es casi seguro que la cúpula gobernante, alista su plan B para mover a otras fuentes de abasto, a su ejército de batas blancas, que tiene desplegado en Venezuela. Veremos cual será la próxima parada.
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